LAS MUJERES BAUTISTAS EN MIAHUATLÁN DE PORFIRIO DÍAZ, OAXACA.

Ángel Christian Luna Alfaro

1.3 Las mujeres desde la Historia Social

Para el siglo XIX, la hegemonía del positivismo como sistema de pensamiento, era un hecho innegable y casi indiscutible en diversos estratos académicos. Más adelante, en la etapa de la posguerra (segunda mitad del siglo XX) contagiados por la incertidumbre de la existencia, facilitó una atmósfera que daría como resultado un cultivo que se fermenta en los campos sociales y simbólicos, situación que arroja nuevas posibilidades de pensar el abordaje de los hechos, sujetas y sujetos históricos y sociales, ampliamente influenciados por su cultura (contexto). El género humano, comienza, al principio por necesidad y posteriormente por convicción, a modificarse, mutar y hacerse presente en occidente y territorios occidentalizados.

Eric Hobsbawn (2006), plantea algunos aspectos sociohistóricos, que para finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, han provocado modificaciones a las estructuras sociales de diversas partes del mundo. A partir de finales del siglo XIX, se experimentó una fuerte feminización en Estados Unidos, el motivo: la incorporación de las mujeres en el campo laboral participando en diversos sectores, tanto de los primarios como los secundarios es decir, la agricultura y la industria. Las actividades que empezaron a desempeñar las mujeres era el trabajo de oficina, en las tiendas y en determinados tipos de servicios, como la atención de centrales telefónicas o el cuidado de las personas (enfermeras, niñeras). Fue en el sector terciario donde ellas tuvieron más radio de acción. Habrá que señalar que esta revolución social y económica no se realizó en todos los continentes, debido a que las estructuras que las constituían no eran similares. En los mundos subdesarrollados, las mujeres, pudieron figurar en la situación descrita, por herencia familiar y para otros casos, la inmensa mayoría de las mujeres de clase baja y bajos niveles educativos, permanecieron apartadas del ámbito público al igual que en Rusia, es decir, quienes pertenecían en el rango de la clase alta tenían la oportunidad de ejercer funciones reconocibles, en cambio como se mencionaba anteriormente quienes eran pobres, carecían más del disfrute de esos derechos que privilegiaban a algunas mujeres, caso contrario, tenían cierta discriminación por parte de la sociedad porque su labor no la consideraban productiva (el caso de las amas de casa).

Pero ¿cuáles fueron las circunstancias que fracturaron el esquema tradicional en el ámbito social y cultural de las mujeres? Es decir cómo se deslindaron de los lineamientos que la cultura les había impuesto: la mujer en la casa y el hombre en la plaza. Como ya señalamos, Engels (2000), arguye que las mujeres sufren un proceso de domesticación universal presentado durante el siglo XIX. Por otro lado, una de las causas principales de la reconfiguración familiar y de roles de género o sexuales en sociedades cada vez más complejas, se debió a los niveles de pobreza que se experimentaban en el llamado primer mundo para principios del siglo XX, esto originó la emigración del hombre, buscando otros medios de subsistencia económica, por tal motivo, muchas mujeres se vieron en la necesidad de fungir en el papel de jefa de familia, responsabilizarse con todos los cargos que algún día fueron obligación del marido, como por ejemplo: asegurar la economía familiar para el sustento. Por ende muchas féminas se vieron obligadas a buscar otro lugar de residencia para brindar su fuerza de trabajo.

Las mujeres pobres seguían enfrentándose a la vida extra-domestica con dificultades económicas, hubieron momentos en que hasta los hijos dejaron de ayudarlas en el complemento familiar (recordemos que las leyes de protección hacia los niños que instrumentaron algunos sistema de gobierno; se modificaron a partir de la Revolución Francesa), de la misma manera no les quedaba mas remedio que desempeñarse en cualquier labor que les permitiera sobrevivir. Ésta situación empezó a agudizarse después de la segunda guerra mundial (1945). Para estas fechas, la mano de obra infantil casi había desaparecido de occidente, es entonces cuando se iniciaron políticas públicas apoyadas con iniciativas que datan desde el siglo XIX (esencialmente surgidas en Inglaterra) que enfatizaban la importancia de brindar una educación a los hijos/as, todo con la finalidad de mejorar sus perspectivas socioeconómicas, a si como la protección a los derechos de las niñas y los niños (maduradas para finales del siglo XX). Este hecho representó para los padres una carga económica mayor y más duradera de lo que había sido la familia en antaño. En síntesis, como ya se había expuesto, en períodos posteriores, muchos niños (más que las niñas) auxiliaban en la economía del hogar, trabajando en diversos espacios, mientras que algunas madres se quedaban en casa encargándose de responsabilidades domésticas, ahora, al necesitar las familias ingresos adicionales, muchas madres se vieron obligadas a trabajar en espacios extra-domésticos, supliendo de esta manera, los aportes de sus hijos (Tilly y Scott, 1987), revirtiendo el papel tradicional, obligándolas a buscar opciones laborales y espacios de visibilización social y económica.

Durante las décadas de los años sesenta y setenta del siglo pasado, las mujeres plantearon nuevas posturas sociales, las mismas consistieron en construir una sociedad que difería de las situaciones establecidas en antaño. La ciencia, discrepando de los discursos propuestos un siglo atrás, por primera vez le brinda a la mujer la oportunidad de ejercer su sexualidad libremente o al menos con la posibilidad de un control sobre el embarazo y ejercicio de su sexualidad. La invención de la píldora anticonceptiva (Ideada por el mexicano Luís E. Miramontes en 1964) da paso a la formación de una actitud individualista; la mujer occidental, inicia un pensamiento que difiere con la vida familiar (comunal), el mundo patriarcal se transforma, adquiriendo un rostro muy diferente donde ellas, empiezan a manifestar cierto grado de libertad y autonomía, gozando poco a poco, del derecho de tomar sus propias decisiones sin depender del marido o pareja. En la misma línea, la interrupción legal del embarazo, llena el último vacío del ejercicio de cierto empoderamiento , al respecto del cuerpo femenino, circunstancias que resultan ser un pilar de apoyo para movimientos sociales, así como el desarrollo personal de muchas mujeres.

Muchas mujeres dejaron de sentir el compromiso de permanecer a lado de su pareja si las cosas no estaban funcionando en su matrimonio, para ese entonces ya las respaldaba la ley sobre el divorcio, es así como a finales de los años setenta del siglo XX, en Inglaterra había más de 10 divorcios por cada 1.000 parejas casadas; por supuesto que esta tendencia no se limitaba a esa región, extendiéndose la situación a países como Bélgica, Francia o Dinamarca, que empezaban a triplicar los casos de divorcio con el paso de tiempo, mientras que en la península Ibérica, Italia y en especial América Latina el divorcio era mucho menos común, por ejemplo en México se practicaba un divorcio por cada 22 matrimonios (Hobsbawn, 2006: 325). Uno de los motivos principales, por los cuales muchos países conservaron sus esquemas tradicionales sobre la familia, fue la gran influencia de la religión, en la vida cotidiana de las sociedades, situación avalada por los sistemas de gobierno en turno. La prohibición de la interrupción del embarazo, resulta ser la intervención directa por parte del Estado al cuerpo femenino, no permitiendo la elección y decisión de la mujer sobre su cuerpo, esto en países latinoamericanos se agravó con la intervención del catolicismo en las políticas públicas y sociales, situación que en teoría debería ser nula, a la practica, resulta ser contraria. Por tal motivo, podemos considerar que, la laicidad o secularización de la administración pública, gobierno, sociedad, entre otras instancias, en países llamados latinoamericanos, es un sueño bastante lejos de plantear en la realidad inmediata.

Actualmente, la postura de las Iglesias cristianas, donde incluimos a los católicos y evangélicos, es casi unánime en lo que se refiere a la penalización de la interrupción del embarazo, considerando, el acto como "un asesinato ". Existen casos, tales como los riesgos de salud de la madre, así como malformaciones del "producto", donde algunos/as, consideran que podría permitirse, así como un grupo de mujeres, autodenominado "católicas por el derecho a decidir", quienes de una forma marginal, manifiestan su desacuerdo contra la imposición de la maternidad, a cualquier costo, por parte del Vaticano. Pese al controversial asunto, algunas Iglesias cuentan con apoyos religiosos y desde la psicología social, para auxiliar a las mujeres que por diversos motivos han decidido interrumpir su embarazo .

La funcionalidad aparente que habían proyectado las estructuras familiares, fue perdiendo su fortaleza, los esquemas que en un momento se consideraron como "familias funcionales" donde el patriarcado brindaba ese aval (Papá, Mamá e hijos/as), se rompieron, dando paso a las "familias disfuncionales", posicionándose, principalmente, las mujeres, al mando de nuevas distribuciones familiares que se adaptan a nuevos cambios y pasan a formar parte de la vida posmoderna. El ejercicio libre de la sexualidad, proliferación de madres solteras, así como la visualización de nuevas orientaciones de género, fueron algunos de los resultados al respecto de los nuevos cambios presentados en las culturas y sociedades pertenecientes al primer mundo.

El caso específico de los aportes de Hobsbawn, al respecto de la mención de las mujeres, resulta ser un buen ejemplo para discutir la herencia de aquellos viejos historiadores mencionados al principio de este ensayo. Ellas son presentadas como un elemento adherido a la familia, considerándola una extensión de la misma . Su disertación es basada a partir del cómo los cambios socioeconómicos a través de los espacios y tiempos occidentales (enfatizando la situación de la segunda mitad del siglo XX), afectan las relaciones familiares. Este apenas resulta ser un pequeño esfuerzo en el terreno de la Historia, sin todavía asomarse una historia de las mujeres (aunque tampoco resulta la intención del autor). Pero el ejemplo de él, puede ser interesante en el presente análisis, resaltando que, pese a que el autor forma parte de las propuestas historiográficas contemporáneas, la Historia, en el sentido tradicional, sigue haciendo la separación entre ella y la misma historia de las mujeres. Así como otras y otros tantos especialistas de la Historia, Hobsbawn se ha encargado de presentarnos a la mujer con papeles de víctima o atípicos, desde luego que en muchas de las ocasiones, no persiguen otra cosa que mencionarlas como un mero caso, reflejo o producto de los cambios sociales en el mundo (la feminización de los datos cuantitativos).

1.4 Las mujeres y su lugar en la Historia

Son varias las académicas y académicos que se han dedicado a tejer una historia donde figuren las mujeres, tomando en cuenta los factores sociales, culturales, pero sobre todo el análisis del tiempo y el espacio donde se desarrollaron. Desde la historiografía, pasando por la filosofía de la historia, los aspectos epistemológicos, hasta la manufactura de una historia narrada y pensada con cuerpo y mente de mujer.

Gisela Bock (1989), nos brinda un artículo titulado El lugar de las mujeres en la historia, que busca plantear una revisión interesante sobre los escritos referentes a las formas en que han redactado la historia la academia europea. En torno a dicho ejercicio, la autora opina: la investigación histórica de mujeres entiende a los sexos y sus relaciones como medidas sociales y correspondientemente como una forma de las relaciones entre los hombres: en este sentido toda historia de mujeres y de sexos es historia social (1989: 238).

Mary Nash (2007), crea un excelente texto titulado: Mujeres en el mundo. Historia, retos y movimientos. Nash, desde el multiculturalismo, la historia política, social y de la construcción del género, nos plasma y analiza los procesos históricos donde las mujeres se insertan paulatinamente en los espacios públicos, las movilizaciones sociales, la lucha por los derechos y el sufragio, así como la democratización del poder. En la medida de lo posible, la autora persigue mostrar un estudio global sobre los aspectos citados, enfatizando el estudio en los siglos XIX y XX. Para Mary Nash y supongo que para otras y otros académicos, hacer estudios "globales" implica tener referencias de Europa y Estados Unidos y algunas salpicadas de los otros continentes. El sesgo se agudiza cuando se piensa y construye la historia desde occidente, convirtiéndose en una especie de obsesión encontrar aspectos tales como democracia, participación ciudadana, entre otros, para comenzar a considerar a un país como "desarrollado" o "avanzado".

Pese a los diversos aportes o referencias que la autora nos obsequia en su libro, arguyo que varios de los conceptos para armar sus ensayos, se encuentran desgastados , sobre todo para realidades que difieren con los hegemónicos (occidente), creo que para este caso, el trabajo de la reflexión epistemológica, sigue pendiente o al menos sin tocar a profundidad.

La historia secreta del género, mujeres, hombres y poder en México en las postrimerías del período colonial, resulta ser un libro que bien podríamos considerar como un clásico. Steve J. Stern (1999) se da a la tarea de efectuar un análisis entre los años 1760-1821, sobre las conexiones entre los géneros el poder y la política en la vida de las y los campesinos, indígenas y otras personas marginadas de aquellas épocas. Mediante el análisis de documentos custodiados en archivos históricos, plantea tres argumentos. Inicia por demostrar que las mujeres y los hombres que no pertenecen a la elite crearon modelos adversos de la autoridad legítima de cada género y que estas diferencias desencadenaron diversas luchas por los derechos y las obligaciones. Acto seguido, Stern revela las conexiones que existen entre el lenguaje y la dinámica social, entre las disputas por la autoridad legítima en cuestiones domésticas y familiares, así como en los ámbitos del poder de la comunidad y del Estado. El tercer punto consiste en el análisis de las variantes regionales y etnoculturales; muestra que su modelo, no sólo es aplicable a subgrupos particulares y étnicos de México.

Introducir el concepto de género, al estudio de la historia, nos dice Joan W. Scott: "redefinirá los viejos problemas en términos nuevos (al introducir consideraciones sobre la familia y la sexualidad, por ejemplo, en el estudio de la economía o de la guerra), que hará visibles a las mujeres como participantes activos y creará una distancia analítica entre el lenguaje aparentemente estable del pasado y nuestra propia terminología. Además, esta nueva historia dejará abiertas posibilidades para pensar en las estrategias políticas feministas actuales y el (utópico) futuro, porque sugiere que el género debe redefinirse y reestructurarse en conjunción con una visión de igualdad política y social que comprende no sólo el sexo, sino también la clase y la raza" (1996; 302).

En este sentido, la propuesta de Scott, es de suma importancia para el mundo del quehacer histórico, ya que argumenta la viabilidad de utilizar el concepto de género como una categoría útil para el análisis histórico. Su trabajo explora dicho concepto, tejiendo reflexiones históricas, usos y significados de la palabra, heredando múltiples posibilidades de aplicación del vocablo en cuestión.

Gayle Rubin (1986 y 1989) hace aportes similares a los de Joan Scott, en el sentido de pensar conceptos, aunque para este caso se recurre al de sexo y/o sexualidad. El trabajo de investigación de Rubin, consiste en hurgar las formas en que se ha pensado e incluso ejercido la sexualidad en la Europa Occidental, así como las represiones y exclusiones de la sociedad al respecto. Sobre el tópico, Gayle Rubin (1989) dice: "Igual que el género, la sexualidad es política. Está organizada en sistemas de poder que alientan y recompensan a algunos individuos y actividades, mientras que castigan y suprimen a otros y otras. Al igual que la organización capitalista del trabajo y su distribución de recompensas y poderes, el moderno sistema sexual ha sido objeto de lucha política desde que apareció, y como tal se ha desarrollado. Pero si las disputas entre trabajo y capital están mistificadas, los conflictos sexuales están completamente camuflados".

En otro orden de ideas, considero que uno de los modelos más viables para analizar histórica, diacrónica y sincrónicamente a las mujeres en el cristianismo es el desarrollado por Hans Küng (2002: 11-12). El mismo autor propone una serie de paradigmas, descritos a continuación:

- El paradigma judeo-apocalíptico del cristianismo primitivo (P I). - El paradigma ecuménico-helenístico de la Antigüedad cristiana (P II). - El paradigma romano-católico de la Edad Media (P III). - El paradigma protestante-evangélico de la Reforma (P IV). - El paradigma de la razón y el progreso de la Modernidad (P V). - Todo mirando a un paradigma ecuménico, perceptible en ciernes, de la Posmodernidad (P VI).

Esta tipología es sugerida desde un esquema tradicional que engloba, tanto la noción de tiempo cristiano, con su idea de un surgimiento de la humanidad, con Adan y Eva, pasando por la primera y segunda llegad del Mesías, un juicio final, así como una especie de "consumación de la historia". Al mismo tiempo, el autor, rescata los aspectos de importancia que caracterizan las temporalidades europeas, así como la era del los ismos, aceptando, por mencionar un ejemplo, sociedades derivadas del "posmodernismo" y el feminismo.

Este esquema, puede considerarse como una herramienta viable para construir una historia de las mujeres cristianas de occidente, pero, para el caso latinoamericano, asiático o africano, tendría que revisarse y encontrar otras referencias para comprender los procesos y sus particularidades histórico-espaciales.

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